Monday, February 24, 2014

Periodìsticamente 'El Chapo'. Entre el rumor y la mentira.




La labor de un reportero es informar. La de un periodista, revelar, confirmar o desmentir un acontecimiento de interés público. Para conseguirlo se debe investigar, indagar, hurgar y obtener las pruebas para ser difundidas en los medios de comunicación y hacer público el hecho a exhibir públicamente.

El rumor para un periodista sólo debe ser utilizado como excusa para iniciar cualquier investigación pero jamás, sin excepción, puede escribir sin pruebas un reportaje, aunque en una nota sí es permitido el ‘se dice’ pero nunca abusar de este recurso porque se cae en el descrédito. Esa es la diferencia entre un profesional de la información y un lector que busca repuestas a lo escuchado en ‘radio pasillo’ en los medios impresos, electrónicos y cibernéticos.

En años recientes, el ciberespacio, específicamente las llamadas redes sociales, se convirtieron en una importante fuente generadora de rumores. Pero la labor periodística debe cumplir con las mismas características de revelación, confirmación o desmentido de publicado por esos medios, quizá más masivos aún que la televisión, la radio y mucho más que los diarios.

Como seres sociales, en su vida común un periodista también dispone del Facebook y el Twitter para difundir sus puntos de vista, opiniones o aquellos asuntos considerados trascendentales. De igual manera se convierte en una fuente de información siempre y cuando se cuente con el conocimiento necesario para sopesar y validar su veracidad.

Desconozco el porcentaje de la información difundida en Internet pero imagino que debe ser elevada, por tal motivo el periodista o reportero debe contar con el conocimiento si la cuenta, la página o el portal son fidedignos.




La detención de Joaquín Guzmán Loera despertó toda clase de sospechas. Debido a los abusos cometidos desde la Presidencia de la República casi desde la fundación del México actual, la población desconfía de todo aquello que informen sus gobiernos, de cualquiera de sus tres niveles. Lo mismo ocurre en el mundo, para muestra la muerte de Osama bin Laden o de Saddam Hussein y tantas historias.

En el caso del ‘Chapo’, y como ha ocurrido en tantos otros, los reporteros y periodistas equivocaron su labor informativa. Se fueron por el camino fácil del rumo, de la sospecha de la interpretación. Arrebataron de golpe esa estrategia a la gente ordinaria. Se volvieron ordinarios.

Un abogado debe demostrar la culpabilidad o inocencia de su cliente, según sea el caso. La de un periodista confirmar o desmentir. Al momento no he leído un solo reportaje que vaya más allá de lo informado por la autoridad, del recuento delictivo del capo más buscado o de ‘análisis’ sobre lo que ocurrirá con la caída del ‘Chapo’.

Aún más rumores ‘periodísticos’ señalan la poca coincidencia entre la persona con gorra y chamarra claras tomada previo a su fuga en enero del 2001 y las difundidas el pasado sábado. Pero ningún medio de comunicación ha buscado a especialistas criminólogos, médicos forenses o, incluso, cirujanos, para comparar una y otra imagen. Ni mucho menos nadie se ha tomado la molestia de contactar a quienes dicen ser sus hijos, buscar a sus familias.

¿Y luego nos quejamos porque hemos perdido fuentes de empleo, cuando leemos en los diarios lo mismo que te cuenta el bolero o la señora de la verdura?

En defensa de los periodistas también debo admitir la falta de recursos para realizar esta labor. Si uno vive en el DF es poco probable que te quieran destinar una importante suma para viajar, ya no de lujo sino modestamente, a Sinaloa durante una, dos semanas y ni pensar en un mes.

Pero ¿qué ocurre cuando un reportero ‘de fuente’ tiene frente a sí al funcionario? El representante del medio de comunicación se convierte en adulador, en ‘pone grabadora’ y olvida de su labor informativa. Esa  es la prensa, los reporteros y los periodistas que tenemos los mexicanos.

Un reportero no es aquel que sólo pone la grabadora, corre a su computadora, escribe la nota y la manda antes que la competencia. Un periodista no vive de comunicaciones ni de filtraciones, sino de la investigación.

Es necesario redescubrir nuestra labor dentro de la sociedad para que dejemos de ser llamados ‘vendidos’, ‘traidores’ o ‘mentirosos’.

Friday, February 21, 2014

¿Qué buscan Dish-MVS-Telmex-Televisa-TV Azteca?




En 1990, cuando el gobierno de Carlos Salinas dio la concesión de Telmex a Carlos Salinas, las condiciones de las telecomunicaciones eran muy distintas a las que ocurren 24 años después. En aquellos días era inexistente el llamado ‘triple play’ (teléfono, internet y televisión), por lo que su licencia no los contemplaba.

Resulta lógico que, en una economía de mercado, incluso las concesiones se adecúen a los tiempos, necesidades y avances tecnológicos. La duda que surge es ¿porqué los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón ni de Enrique Peña han cambiado el documento a Telmex para que ofrezca este servicio? La respuesta es simple. Televisa se niega a que así sea, no quiere competencia.

Carlos Slim se hizo del monopolio telefónico nacional de manera muy sospechosa. Lo mismo que Emilio Azcárraga Jean, y su padre y abuelo, han conservado beneficios hacendarios, han impuesto presidentes, hecho estrellas de televisión pero, sobre todo, dominan la mente del colectivo.

Si bien es cierto que el acuerdo entre MVS-Dish-Telmex no es sólo de facturación, como lo tratan de hacer ver, Carlos Slim no ha negado su intención de conseguir canales de televisión abierta, además de ofrecer este servicio privado.

Como comunicador, reportero y periodista considero indispensable abrir un nuevo espacio televisivo con lo que se mejoraría la competencia y se acabaría con el verdadero monopolio de Televisa, porque TV Azteca, de Ricardo Salinas Pliego, fracasó estrepitosamente y poco a poco se dirige a su quiebra financiera, porque de credibilidad ambas televisoras no tienen nada, al menos entre un importante sector.

Lo que resulta preocupante es que Slim, Azcárraga, Salinas y los Vargas se dediquen a desacreditarse pero no de manera directa. Para eso utilizan a sus empleados, lo mismo Joaquín López Dóriga que Javier Alatorre o Carmen Ariztegui. Estos personajes, cada uno a su estilo, dañan gravemente la imagen de los periodistas y exhiben con cinismo de lo que son capaces con tal de conservar su empleo y ‘poder’.

Ahora bien, la ley de telecomunicaciones obliga (sí obliga) a los cableros a ofrecer dentro de sus paquetes la señal de los canales de televisión abierta, ante lo cual surge la pregunta: “Si alguien contrata el servicio de paga ¿es porqué desea ver Televisa y TV Azteca?” Yo creo que no. Un espectador que suscribe un contrato con Cablevisión, Sky o Dish, o cualquiera otra, es porque desea un panorama más amplio.

Aunque es un ‘plus’ para el televidente contar con canales internacionales y los nacionales que, sin costo podrías ver aunque con una pésima calidad en la señal porque ¿no han notado que todos los canales de Televisa, TV Azteca y televisión pública se ven pésimos y se requiere un decodificador para mejorar la señal cuando antes era suficiente una antena aérea?

Otro asunto que debe tenerse en cuenta es que la autoridad competente, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, no ha salido a calmar los ánimos entre los voraces empresarios. Les ha dejado paso libre, mientras la población sólo escucha sin comprender lo que ocurre y porqué discuten Slim-Azcárraga.

Por lo que considero necesario que los comisionados del IFT emitan una resolución pronta; que a Slim se le cambie el título concesión y que Azcárraga pague impuestos. Es lo mínimo que un ciudadano puedo exigir a quien ejerce el gobierno.