Periodìsticamente 'El Chapo'. Entre el rumor y la mentira.
La labor de un reportero es informar. La de un periodista, revelar,
confirmar o desmentir un acontecimiento de interés público. Para conseguirlo se
debe investigar, indagar, hurgar y obtener las pruebas para ser difundidas en
los medios de comunicación y hacer público el hecho a exhibir públicamente.
El rumor para un periodista sólo debe ser utilizado como
excusa para iniciar cualquier investigación pero jamás, sin excepción, puede
escribir sin pruebas un reportaje, aunque en una nota sí es permitido el ‘se
dice’ pero nunca abusar de este recurso porque se cae en el descrédito. Esa es
la diferencia entre un profesional de la información y un lector que busca
repuestas a lo escuchado en ‘radio pasillo’ en los medios impresos,
electrónicos y cibernéticos.
En años recientes, el ciberespacio, específicamente las
llamadas redes sociales, se convirtieron en una importante fuente generadora de
rumores. Pero la labor periodística debe cumplir con las mismas características
de revelación, confirmación o desmentido de publicado por esos medios, quizá más
masivos aún que la televisión, la radio y mucho más que los diarios.
Como seres sociales, en su vida común un periodista también dispone
del Facebook y el Twitter para difundir sus puntos de vista, opiniones o aquellos
asuntos considerados trascendentales. De igual manera se convierte en una
fuente de información siempre y cuando se cuente con el conocimiento necesario
para sopesar y validar su veracidad.
Desconozco el porcentaje de la información difundida en Internet
pero imagino que debe ser elevada, por tal motivo el periodista o reportero
debe contar con el conocimiento si la cuenta, la página o el portal son
fidedignos.
La detención de Joaquín Guzmán Loera despertó toda clase de
sospechas. Debido a los abusos cometidos desde la Presidencia de la República casi desde la
fundación del México actual, la población desconfía de todo aquello que
informen sus gobiernos, de cualquiera de sus tres niveles. Lo mismo ocurre en
el mundo, para muestra la muerte de Osama bin Laden o de Saddam Hussein y
tantas historias.
En el caso del ‘Chapo’, y como ha ocurrido en tantos otros,
los reporteros y periodistas equivocaron su labor informativa. Se fueron por el
camino fácil del rumo, de la sospecha de la interpretación. Arrebataron de
golpe esa estrategia a la gente ordinaria. Se volvieron ordinarios.
Un abogado debe demostrar la culpabilidad o inocencia de su
cliente, según sea el caso. La de un periodista confirmar o desmentir. Al
momento no he leído un solo reportaje que vaya más allá de lo informado por la
autoridad, del recuento delictivo del capo más buscado o de ‘análisis’ sobre lo
que ocurrirá con la caída del ‘Chapo’.
Aún más rumores ‘periodísticos’ señalan la poca coincidencia
entre la persona con gorra y chamarra claras tomada previo a su fuga en enero del
2001 y las difundidas el pasado sábado. Pero ningún medio de comunicación ha
buscado a especialistas criminólogos, médicos forenses o, incluso, cirujanos,
para comparar una y otra imagen. Ni mucho menos nadie se ha tomado la molestia
de contactar a quienes dicen ser sus hijos, buscar a sus familias.
¿Y luego nos quejamos porque hemos perdido fuentes de
empleo, cuando leemos en los diarios lo mismo que te cuenta el bolero o la
señora de la verdura?
En defensa de los periodistas también debo admitir la falta
de recursos para realizar esta labor. Si uno vive en el DF es poco probable que
te quieran destinar una importante suma para viajar, ya no de lujo sino
modestamente, a Sinaloa durante una, dos semanas y ni pensar en un mes.
Pero ¿qué ocurre cuando un reportero ‘de fuente’ tiene
frente a sí al funcionario? El representante del medio de comunicación se
convierte en adulador, en ‘pone grabadora’ y olvida de su labor informativa. Esa es la prensa, los reporteros y los periodistas
que tenemos los mexicanos.
Un reportero no es aquel que sólo pone la grabadora, corre a
su computadora, escribe la nota y la manda antes que la competencia. Un
periodista no vive de comunicaciones ni de filtraciones, sino de la investigación.
Es necesario redescubrir nuestra labor dentro de la sociedad
para que dejemos de ser llamados ‘vendidos’, ‘traidores’ o ‘mentirosos’.