Basta de porros...
No, no me refiero a los cigarros de mariguana, sino a toda esa clase de parásitos mal llamados estudiantes, revoltosos, haraganes, inservibles, borregos, dominados e inadaptados.
Los mismos que cada 2 de octubre toman las calles, pintan las bardas, asaltan tiendas, rompen cristales de autos, atracan a los transeuntes y todo por memorar (más no conmemorar, porque ni siquiera saben cuál es la diferencia) el 2 de octubre de 1968.
Aún no vivía en aquellos años, pero mi saber histórico y de mexicano, me obliga a conocer los acontecimientos pasados en mi país y el mundo. Ese 2 de octubre de 1968, mi familia vivía en una barrio llamado San Álvaro, muy cerca del Casco de Santo Tomás, la Ciudad Universitaria del Politécnico.
La apatía de mis hermanos por acontecimientos políticos, los absolvió de participar en esas protestas, a pesar de que sólo dos estaban en el nivel medio superior de sus estudios.
25 años más tarde, el 2 de octubre de 1993, acudí a la develación de una estela con los nombres de algunos participantes a ese mítico mitin del '68, que dejó un número incuantificable de muertos y desaparecidos. El acto, me quitó las ganas de volver a otro. No hubo nada nuevo, sólo discursos, como los presidenciales, sólo que esa ocasión en contra del gobierno. No satisfizo mis necesidades de cambio.
En ese 1993, el Presidente era Ernesto Zedillo, personaje muy ajeno a Gustavo Díaz Ordaz, mandatario mexicano que ordenó la masacre de Tlatelolco.
Años más tarde, en la Universidad, me acerqué a un grupo de pseudo estudiantes (eso lo descubriría después), para hacerles llegar mis propuestas. Había leído algunos artículos sobre las protestas realizadas en Irlanda para memorar aquel "Domingo Sangriento" (sí, U2 le compuso una canción, igual que Alex Lora al 2 de octubre; o la de "aquel mayo turbulento" (como lo definiría Julio Cortázar), y copié algunas de las conclusiones de los debates de aquel año.
Por ejemplo, que cada semestre los alumnos evaluaran a sus profesores y si uno recibía dos reprobaciones consecutivas, fuera expulsado de la escuela. Así, los encargados de la educación buscaría mejorar sus sistemas. (El salario no es problema, en Oaxaca, los maestros ganan más que un maestro en Argentina o Chile, pero la calidad es muy distinta).
Otra idea fue analizar a qué rubros se les podían quitar recursos para destinarlos a la educación, con el fin de mejorar instalaciones (aunque siendo honestos la UNAM tiene un microscopio para cada estudiante, en cambio, escuelas particulares prestan hasta uno por cada seis o siete personas).
Nunca hicieron caso de mis ideas. Incluso, creo que les causaron gracia. Aprendí que esos inútiles nunca llegarían a nada. Me alejé de inmediato (la mala suerte se pega con mucha más facilidad que la buena suerte).
Este 2 de octubre de 2006, nada cambió. Fueron las mismas consignas con otros protestantes, con otros inconformes e inadaptados.
Los unos, el Consejo General de Huelga; los otros, macheteros de San Salvador Atenco. Los primeros, surgieron de la huelga que mantuvo secuestrada a la Máxima Casa de Estudios entre mayo de 1999 y febrero de 2000. Los segundos, defendieron una causa justa (sus tierras) pero se han convertido en un grupo violento que blande machetes cuando así lo desea.
Ninguna de las tres causas tienen nada que ver con la lucha del 2 de octubre. Es más, ni el pliego petitorio de aquel año era para mejoras de la educación, sino plenamente político.
Es una lástima que todo continúe igual. Y eso, nunca cambiará.
Los mismos que cada 2 de octubre toman las calles, pintan las bardas, asaltan tiendas, rompen cristales de autos, atracan a los transeuntes y todo por memorar (más no conmemorar, porque ni siquiera saben cuál es la diferencia) el 2 de octubre de 1968.
Aún no vivía en aquellos años, pero mi saber histórico y de mexicano, me obliga a conocer los acontecimientos pasados en mi país y el mundo. Ese 2 de octubre de 1968, mi familia vivía en una barrio llamado San Álvaro, muy cerca del Casco de Santo Tomás, la Ciudad Universitaria del Politécnico.
La apatía de mis hermanos por acontecimientos políticos, los absolvió de participar en esas protestas, a pesar de que sólo dos estaban en el nivel medio superior de sus estudios.
25 años más tarde, el 2 de octubre de 1993, acudí a la develación de una estela con los nombres de algunos participantes a ese mítico mitin del '68, que dejó un número incuantificable de muertos y desaparecidos. El acto, me quitó las ganas de volver a otro. No hubo nada nuevo, sólo discursos, como los presidenciales, sólo que esa ocasión en contra del gobierno. No satisfizo mis necesidades de cambio.
En ese 1993, el Presidente era Ernesto Zedillo, personaje muy ajeno a Gustavo Díaz Ordaz, mandatario mexicano que ordenó la masacre de Tlatelolco.
Años más tarde, en la Universidad, me acerqué a un grupo de pseudo estudiantes (eso lo descubriría después), para hacerles llegar mis propuestas. Había leído algunos artículos sobre las protestas realizadas en Irlanda para memorar aquel "Domingo Sangriento" (sí, U2 le compuso una canción, igual que Alex Lora al 2 de octubre; o la de "aquel mayo turbulento" (como lo definiría Julio Cortázar), y copié algunas de las conclusiones de los debates de aquel año.
Por ejemplo, que cada semestre los alumnos evaluaran a sus profesores y si uno recibía dos reprobaciones consecutivas, fuera expulsado de la escuela. Así, los encargados de la educación buscaría mejorar sus sistemas. (El salario no es problema, en Oaxaca, los maestros ganan más que un maestro en Argentina o Chile, pero la calidad es muy distinta).
Otra idea fue analizar a qué rubros se les podían quitar recursos para destinarlos a la educación, con el fin de mejorar instalaciones (aunque siendo honestos la UNAM tiene un microscopio para cada estudiante, en cambio, escuelas particulares prestan hasta uno por cada seis o siete personas).
Nunca hicieron caso de mis ideas. Incluso, creo que les causaron gracia. Aprendí que esos inútiles nunca llegarían a nada. Me alejé de inmediato (la mala suerte se pega con mucha más facilidad que la buena suerte).
Este 2 de octubre de 2006, nada cambió. Fueron las mismas consignas con otros protestantes, con otros inconformes e inadaptados.
Los unos, el Consejo General de Huelga; los otros, macheteros de San Salvador Atenco. Los primeros, surgieron de la huelga que mantuvo secuestrada a la Máxima Casa de Estudios entre mayo de 1999 y febrero de 2000. Los segundos, defendieron una causa justa (sus tierras) pero se han convertido en un grupo violento que blande machetes cuando así lo desea.
Ninguna de las tres causas tienen nada que ver con la lucha del 2 de octubre. Es más, ni el pliego petitorio de aquel año era para mejoras de la educación, sino plenamente político.
Es una lástima que todo continúe igual. Y eso, nunca cambiará.
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